Aterricé
con el culo en el suelo, al contrario de Ellie la cual posó los pies en el
suelo como si nada, supongo que estaba harta de viajar así y ya estaba
acostumbrada. Me levanté con dificultad y Ellie empezó a reír al ver mi cara de
sufrimiento <<Vaya con la amiga de mi madre>> pensé yo, mientras
las sonoras carcajadas de ella resonaban como mil tambores en el interior de mi
cabeza. Pegué un vistazo rápido a la habitación en la que habíamos aterrizado.
Las paredes eran oscuras, y la única luz que entraba era a través de una
pequeña ventana que había justo arriba de mí. Al caer levanté polvo y se podían
ver las motas volar a través del débil rayo de luz. Había una estantería vieja,
sabía que hacía años que no se tocaba ya que estaba llena de telarañas y más
polvo. Ellie me miraba de reojo como esperando a que reaccionara, gire la cara
y le dije:
-¡Anda que me ofreces tú mano!–Le regañé
entre dientes-
+Oh, sí supongo. Ahora levanta y sígueme
quejica –contestó ella riendo levemente-
¿Quejica,
a quien llama esta mujer quejica? Lo
cierto es que la miré con cierto desdén pero creo que ella no se dio cuenta.
Fui siguiéndola por un largo y oscuro pasillo, el cual parecía no tener fin. Al
cabo de un rato ella dio un par de palmadas y una tras otra empezaron a
encenderse unas bombillas que levitaban sobre nuestras cabezas. Un verde oscuro
y sucio cubría las largas paredes del pasillo. Yo no entendía mucho de modas y
esas cosas pero la verdad es que nunca pintaría mi casa de ese color. No
parábamos de andar y de pasar por el lado de una puerta y de otra y de otra, yo
tenía la esperanza de parar en alguna de ellas pero nada, hasta que no llegamos
a la última puerta la mujer no paro de andar. Por lo menos iba callada, algo
que agradecí bastante ya que aún me dolía la cabeza y el culo del golpe que me
di al aterrizar.
+Pasa e intenta no tocar nada, por favor.
Crucé
el umbral de la puerta y al entrar no pude evitar abrir los ojos como platos al
encontrarme dentro de una habitación alta hasta donde se perdía la vista, todo
lleno de cuadros llenos de fotografías de hombres altos, bajos, con gafas y sin
ellas, bigotes. Mujeres con moños, melenas, pecas. Qué raro era todo, aunque
después de pensarlo me sentí tonto, me parecía esto raro cuando acababa de
llegar transportado por un colgante azul. Ellie, se acercó por detrás y colocó
su mano en mi hombro.
+Te presento a tus antepasados Jack , bueno,
a los tuyos y a los míos.
-Ellie, si son tus antepasados significa
que tú y yo…
+Sí Jack, soy tu tía, tu tía Ellie.
Pensé
que mi madre era hija única, nunca mencionó nada de una hermana aunque ahora
que lo pienso tampoco mencionó nada sobre mis abuelos. Creo que acabaría loco
al final del día. Ellie volvió a llamar mi atención con un chasquido de dedos
+¿Me estás escuchando Jack?
-Perdón Ellie, estaba pensando en… en todo
aquello que he descubierto hoy.
+Tranquilo, aún es pronto. Date un tiempo
para asimilarlo.
Un
gato gris que parecía cojear de una de las patas traseras apareció de repente por una de las oscuras esquinas
del final de la sala, lo primero que hice al notar su presencia fue pegar un
respingo al que Ellie respondió frotándome la espalda.
+Tranquilo grandullón, es un gato
inofensivo.
Perfecto,
ahora mi tía pensaba que le tenía miedo a los gatos <<Bien, Jack>>
pensé yo.
-No me he asustado, es solo que ando un
poco nervioso por lo que ha ocurrido en mi casa.
+Aquí estamos a salvo, esta casa tiene un
campo protector bastante especial. Solo gente con sangre perteneciente a
nuestro linaje puede entrar aquí dentro. Además no tiene puerta, ¿Adivinas como
se entra? –ella empezó a acariciar la cadena del colgante-
-Vaya, que llave tan original –dije
entre risas-
Era
la primera vez que me reía desde que había empezado el día y la verdad es que
me sentó bastante bien, parece que conforme sabía más sobre la historia de mi
familia más confiaba en Ellie. Me dejó
acabar de recorrer la sala para que fuera viendo cómo eran mis antepasados, fui
rozando con la palma de la mano el papel oscuro que cubría las paredes ( los
cuadros empezaban por mis hombros ) hasta que al final llegué a la última
generación de la familia y allí un cuadro de mi madre: Helen Doyle Colfer. Pasé
la mano por la mejilla de la cara de mi madre y por un momento me pareció que
el cuadro sonreía. << El cansancio hace estragos>> pensé yo.
+¡Jack! Será mejor que vayamos a cenar, se
está haciendo tarde y mañana tienes un largo día por delante.
Al
cabo de un rato cuando me acostumbre me di la vuelta. Detrás de mi había una
cama ancha, con una colcha de un amarillo muy apagado y un par de cojines a
juego con el cuadro que había estado observando hacía un par de minutos atrás, a
cada lado de la cama una mesita de noche adornada con lámparas las cuales
tenían como pantalla una enorme esfera que parecía acabar con unos rayos
puntiagudos. En el lado derecho había un cuarto de baño, lo vi porque la puerta
estaba abierta, me quité la ropa y la dejé toda encima de una alfombra que encontré
bajo de mi cama acto seguido me metí a la ducha, era el único sitio donde
podría pensar tranquilo. Mientras las gotas de agua caían por mi cuerpo fui
repasando poco a poco todo lo que había descubierto hoy, me lo recomendó Ellie
antes de salir del comedor. En cuanto acabé me metí en la cama, no me puse el
pijama, el cual aparté de un manotazo, ni tampoco me metí bajo la manta.
Únicamente me tapé con una fina sábana azul que había sobre la cama y me dormí.
Más
que soñar, esa noche recordé el momento en el que conocí a la que horas más
tardes llamaría tía. Una mujer de metro ochenta, pelirroja, de larga melena ondulada,
la cual movía el brusco aire de Enero a su antojo. Recuerdo que la nariz
aguileña fue una de las cosa que más me llamaron la atención. Vestía unos
vaqueros, que escondía dentro de una botas de caña alta. También llevaba una
blusa verde oscuro, la cual quedaba bien escondida bajo un abrigo de corte
militar, con botones grandes y redondos del mismo color que las botas. Cuando
la invité a pasar, andaba ligera, de acuerdo a la esbeltez de su altura, tenía
un andar sigiloso, su sonrisa era extraordinariamente blanca, sus labios algo carnosos,
con un carmín rojo que parecía ir a juego con el rojo intenso de su melena.
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